domingo, 4 de septiembre de 2011

Lluvia

La lluvia. En estos momentos no tengo un muy buen concepto de ella. Fuimos a hacer una visita y de regreso nos atrapó una tormenta. Después me entero que no hay sistema en la biblioteca y que no puedo renovar mis libros... mañana tendré que ir. Todos mis planes se quedaron en nada.

¿Cuántas veces nuestros planes se frustran sin motivo aparente? Planeamos actividades, encuentros, muchas cosas para el día de mañana y de pronto todo parece estar saliendo mal. Algunos de nosotros nos enojamos (¿alguien puede negarlo?) y comenzamos a reclamar en lugar de entender que Dios está por detrás de todos estos contratiempos.

Una vez una joven me dijo que se alejó de la presencia de Dios pues su pareja la había abandonado. Es decir, como su novio la dejó consideró que Dios no respondía sus oraciones y se apartó de Él. Este tipo de circunstancias no son raras, los jóvenes dejan de buscar a su Señor por cualquier motivo, sin percibir que quizás Dios mismo los está librando de una situación que puede destruir su vida. Pero nos enojamos y, a veces, nos comportamos como niños, queriendo hacer nuestra voluntad.

Ahora lo único que me queda hacer es regresar tranquila y esperar al día de mañana. Seguro Dios sabe mucho mejor que yo por qué mis planes no salieron como yo lo esperaba. Algo es seguro, sus pensamientos no son mis pensamientos, ni sus proyectos son como los míos, sino mucho mejores.

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